Creo que todos tenemos una idea
más o menos desarrollada de lo que es o significa el cerebro para los seres
humanos. Se podría definir como el órgano que procesa la información sensorial,
controla y coordina el movimiento, y, junto con el bulbo raquídeo, puede
controlar el comportamiento y las funciones corporales fisiológicas (frecuencia
cardiaca, la presión sanguínea, el balance de fluidos y la temperatura
corporal). Respecto del comportamiento hay que destacar que es el
responsable de los procesos cognitivos, las emociones, la memoria y el
aprendizaje. Todas estas funciones son vitales e igual de
importantes para la supervivencia humana. Aunque
el cerebro funcione como un órgano
integrado, donde todos sus
elementos están estrechamente relacionados con el propósito de realizar todas
sus funciones ya mencionadas, es en la corteza
cerebral y el sistema límbico o cerebro emocional donde tienen lugar los procesos neurológicos relacionados
con la conducta racional, simbólica y emocional propia del género Homo.
En la entrada de este blog
(Neurociencia) ya vimos aspectos importantes de su embriología, de sus posibles
vías evolutivas, de su anatomía
y neurofisiología de la corteza cerebral. Estos datos nos ofrecen un
tradicional punto de vista del cerebro como órgano que evolucionó a lo largo
del tiempo y que nos ofrece las posibilidades cognitivas que nos caracteriza
como humanos. Es un concepto muy estático, en el que desde que se nace parece
que casi todo esta establecido genéticamente, aunque se acepte la influencia
del medioambiente de una forma muy genérica y poco clara. En estos
últimos años se han producidos diversos avances neurológicos que nos indican
una concepción del cerebro mucho más dinámico y que nos hacen hacer nuevas
preguntas.
- ¿El
volumen cerebral (VC), el índice de encefalización (IE), el cociente de
encefalización (CE) y otras posibles relaciones entre volúmenes cerebrales
(totales o parciales) con pesos o masas corporales son en realidad indicadores
precisos sobre la capacidad cognitiva?
- ¿Todas las
neuronas que tenemos son las que tenemos al nacer, y desde entonces sólo se
destruyen neuronas?
- ¿Las
neuronas son las únicas células responsables de todos los procesos mentales y
de sus características?
- ¿Existe
o no una limitación temporal para el desarrollo de las capacidades
cognitivas?
- ¿El
cerebro al nacer tiene ya marcadas genéticamente la estructuración de las áreas
funcionales, variando poco con su desarrollo postnatal?
- ¿Qué papel juega la plasticidad
neurológica en el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas?
Muchas son estas
preguntas, pero en este momento sólo me voy a referir a la última, pues es la
que más estaría en relación con la supervivencia humana y la adaptabilidad de
nuestra conducta, que es en definitiva la que nos ha permitido sobrevivir a
todo nuestro género a lo largo de los milenios que ha durado la evolución
humana.
Adaptabilidad humana
La adaptabilidad es la
consecuencia de la acción conjunta de todas
las capacidades
cognitivas (racionales y emocionales) para la
solución de diversos problemas. En este contexto, uno de los mayores éxitos
evolutivos que ha tenido el linaje humano es su enorme capacidad de adaptación
a los numerosos y dispares medios ambientales que constituyen en mundo habitado
por ellos. Sólo en lugares muy extremos la vida humana se ha frenado o limitado
a ocasionales ocupaciones de incierto desarrollo.
Siempre se ha achacado esta
adaptabilidad a su enorme desarrollo tecnológico que se ha visto entre sus
poblaciones. No cabe duda de que el éxito de estas adaptaciones en medios
hostiles de debe a los avances tecnológicos que los posibilitan. Sin embargo,
su permanencia y desarrollo poblacional durante muchas generaciones se debe,
además de la tecnología, a las características psicobiológicas que nos
caracterizan. Me refiero a la plasticidad
del sistema nervioso consecuencia
de nuestra especifica forma evolutiva, la cual va ha marcar toda nuestra
conducta, pero no como un innatismo conductual, sino como una enorme flexibilidad
y adaptabilidad conductual
y cultural, siendo lo que vemos en las culturas humanas de todas las épocas.
Todos conocemos que la inmadurez
neurológica en el momento del nacimiento es muy acusada, lo que implica mucho
tiempo para alcanzar el grado de funcionalidad óptimo. La corteza cerebral no
está totalmente determinada genéticamente, pues desde que se nace hasta su
definitiva estructuración cognitiva, motriz y sensorial, se producen ciertos
remodelamientos que dependen de la cantidad y calidad de la información
sensorial recibida desde el exterior. Durante la formación de la corteza
cerebral en la embriogénesis, se produce una delimitación imprecisa o protomapa de la
distribución de las zonas que van a configurar las áreas corticales del futuro
córtex. Será con el desarrollo postnatal, y en consonancia con la interacción
de ese ser vivo con las características del medio ambiente y los constantes
estímulos que se envían al cerebro, cuando se producirá definitivamente la
organización funcional correspondiente a cada área (maduración) (Changeux,
1985; Damasio, 1999; Flórez et al. 1999; Jenkins et al. 1990; Just et al. 1996;
Mora, 2001; Rakic, 1988, 1995). Así, las entradas de información sensorial
procedentes del mundo exterior tienen un papel determinante en el
remodelamiento y organización definitiva de la corteza cerebral.
En esta etapa inicial del
desarrollo neurológico se producen muchas más neuronas de las necesarias, lo
que requiere una muerte
celular programada, facilitando el refinamiento de los circuitos
neuronales. La competitividad funcional es la clave de tal eliminación, pues
las más utilizadas (con estímulos externos e internos) serán las que perduren
(Changeux, 1985; Delgado, 1994; Mora, 2001). La maduración neurológica acaba
con el proceso de mielinización, que
tiene una secuencia temporal ordenada en las distintas áreas cerebrales, las
últimas serían las de asociación terciarias (Eccles, 1992; Lecours, 1982). De
este modo, cualquier mapeo entre una localización cerebral y una capacidad cognitiva
es una función variable entre dos niveles de descripción de un sistema
dinámico, modulado por la demanda de la tarea y no una cartografía estática de
la anatomía cerebral (Just et al. 1996).
La estructuración neurológica, muerte celular y mielinización
justifican la existencia de un período
crítico en el
desarrollo de las capacidades cognitivas humanas, pasado el mismo es más
difícil o casi imposible que éstas se desarrollen con las mismas
características que dentro de él (Changeux, 1985; Delgado, 1994; Flórez et al. 1999;
Lenneberg, 1976; Mora, 2001; Yuste, 1994). Durante este período, el cerebro
tiene una capacidad de remodelación funcional o plasticidad
neuronal muy
importante para algunas funciones específicas. Se ha podido ver como, en el
caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue
preciso su extirpación quirúrgica por lesiones patológicas, las funciones que
debían desarrollarse en esta zona (control de la articulación sonora) fueron
asumidas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual
forma la capacidad de articulación del lenguaje (Changeux, 1985; Lenneberg,
1976). No obstante, hay que tener en cuenta que tales regeneraciones
funcionales tienen lugar cuando se actúa dentro de ese período crítico, y con
una recuperación mayor cuanto más joven sea el enfermo.
Estas características
psicobiológicas nos indican que la adaptación cognitiva al medio en el que
nacen y viven los seres humanos es muy alta, tanto que se considera como
propia, extrañando las características medioambientales y socioeconómicas en
las que vivieron sus padres antes de llagar al nuevo hábitat. Así, las primeras
adaptaciones se consiguieron con los avances tecnológicos y sociales, pero las
generaciones siguientes sintieron el nuevo ambiente (climático, geográfico,
tecnológico, social, demográfico, etc.) como propio, por lo que estarían tan
perfectamente adaptados como sus avances tecnológicos y sociales les
permitieran. Sin embargo, la adaptabilidad humana depende tanto de los factores
cognitivos racionales como de los emocionales. En este sentido, puede haber
diferencias importantes de comportamiento debido a cualquiera de las dos, o de
las dos en conjunto pues siempre van unidas. Estas diferencias dificultarían la
supervivencia del grupo y de la población en general, sobre todo en situaciones
en las que la supervivencia se hizo especialmente difícil. Concretamente me
refiero a la capacidad de relación social intergrupal más allá de la mera
relación básica para el mantenimiento demográfico de la población en general.
Es decir, la sociabilidad intencionada,
constante y motivada como característica propia de las poblaciones
humanas.
Conclusión
El cerebro humano al nacer se
estructura definitivamente en función de los estímulos que recibe del
medioambiente en el que se desarrolla, teniendo un periodo crítico para que se
estructure neurológicamente n las funciones cognitivas superiores
(autoconciencia, lenguaje, conducta simbólica, etc.). En este contexto, ya se
vio en la entrada de este blog sobre el lenguaje humano su importancia como
forma de estructuración del pensamiento humano de carácter externo a él.
Una vez más, hay que insistir en que la conducta y
pensamiento simbólico dependen del lenguaje que las sociedades humanas hayan
podido crear y desarrollar. Estos tres procesos cognitivos fueron evolucionando
en continua interferencia, hasta crear las formas conductuales que nos
definen.
* Damasio, A. R. (1999), El error
de Descartes. Barcelona.
Crítica.
* Delgado, J. M. R. (1994), Mi cerebro
y yo. Madrid.
Temas de Hoy.
* Eccles, .J. C. (1992), La evolución
del cerebro: creación de la conciencia. Barcelona.
Labor.
* Flórez,
J.; García-Porrero, J. A.; Gómez, P.; Izquierdo, J. M.; Jimeno, A. y Gómez, E.
(1999), Genes,
cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en
la década del cerebro. Santander. Servicio
de publicaciones de la Universidad de Cantabria.
* Jenkins, W. M., Merzenich, M., Ochs, M. T., Allard, T. y Guic-Robles,
E. (1990), “Functional
reorganization of primary somatosensory cortex in adult owl monkeys after
behaviorally controlled tactile stimulation”. J Neurophysiol, 63: 82-104.
* Just, M. A.; Carpenter, P. A.; Keller, T. A.; Eddy, W. F. y
Thulborn, K. R. (1996), “Brain activation modulated by sentence comprehension”. Science, 274:
114-116.
* Lecours, A. R. (1982),
“Correlatos mielogenéticos del desarrollo del habla y del lenguaje”, en Lenneberg,
E. H. (ed.), Fundamentos
del desarrollo del lenguaje. Madrid. Alianza.
* Lenneberg, E. H. (1976), Fundamentos
biológicos del lenguaje. AU. 114. Madrid. Alianza.
* Mora, F. (2001), El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios
en el cerebro humano. Madrid. Alianza.
* Rakic, P. (1988),
“Specification of cerebral cortical areas”. Science, 241: 170-6.
* Rakic, P. (1995), “Evolution of neocortical
parcellation: the perspective from experimental neuroembryology”, en Changeux,
J. P. y Chavaillon J. (eds.). Origins of the human brain. Oxford. Clarendon Press. 85-100.
* Yuste, R. (1994), “Desarrollo de la corteza cerebral”. Investigación y Ciencia, 214:
62-68.
Hola Ángel
ResponderEliminarAsumiendo la inmadurez del cerebro humano en el nacimiento, te propongo un ejercicio de especulación.
Si el cerebro humano acaba de desarrollarse con los estímulos externos y el desarrollo neuronal tb, imaginemos un niño HN en un ambiente HAM, ¿crees que tendría un mismo desarrollo que un niño HAM a pesar de las diferencias en su historia evolutiva?
Hola Iván.
ResponderEliminarEse niño de HN tendría un desarrollo de sus capacidades cognitivas acorde a las características evolutivas de las mismas. La pregunta sería: ¿Las capacidades cognitivas que la evolución da a los HN y HAM son iguales? La respuesta directa no existe, pues desconocemos los datos sobre las capacidades cognitivas de los HN, mientras que las de los HAM de la época se supone que son iguales a las nuestras.
Hay datos indirectos que nos indican que existe una marcada diferencia somática que permite diferenciar a los dos poblaciones con claridad a los paleoantropólogos, consecuencia de los 500.000 años de diferencia evolutiva. Un axioma de la Paleontología indica que “nunca dos evoluciones separadas han producido exactas diferenciaciones”. Si conocemos la diferenciación somática, ¿quién puede negar la diferenciación evolutiva del cerebro?
Se heredan capacidades (como posibilidades particulares de desarrollo), las cuales se desarrollan en función del medio ambiente. Ese niño neandertal tendría un comportamiento más parecido al de los HAM que al de los HN, la diferencia radicaría en esas desconocidas capacidades cognitivas adquiridas por la evolución.
Solo podemos valorar las capacidades cognitivas por medio de la conducta vista en los datos arqueológicos. En este contexto, valoraciones generales de toda la población del los HN y HAM en el periodo de transición paleolítica parecen indicar que existen algunas diferenciaciones, lo que estaría de acuerdo con el criterio de que la evolución neurológica de las dos poblaciones debió de ser parecida, pero no exactamente igual.
En resumen, el desarrollo de este niño sería de las mismas características que el de los HAM, pues existe una similitud neurológica muy alta. Las diferencias (si existen) estarían marcadas por la propia evolución neurológica de cada población, que en resumidas cuentas es lo que hay que estudiar.