martes, 8 de diciembre de 2015

El lenguaje en la Ciencia

El concepto del lenguaje, como cualidad inseparable de la condición humana, se ha mantenido constante a lo largo de toda nuestra historia. Tal es el grado de asimilación entre los dos conceptos, lenguaje y ser humano, que el primero ha sido y es considerado como una característica clave para la distinción de nuestra especie respecto de todas las demás, tanto en sus capacidades biológicas de articulación sonora como en los aspectos culturales que entraña. Así, dentro de las numerosas culturas humanas que forman nuestro largo periplo histórico, al lenguaje se le ha otorgado los caracteres de innatismo y exclusividad, como si fuera un precioso don que la divinidad de cada momento y cultura les había concedido en el acto de su creación, para diferenciarlos totalmente de los animales que carecen de tan apreciada propiedad. Esta exclusividad es aparentemente fácil de observar, pues ningún otro animal puede producir los sonidos del lenguaje con las particularidades propias de nuestra especie, es decir, con intencionalidad de expresar lo que pensamos. Igualmente, el hecho de que todos los niños comenzaran a hablar desde muy temprana edad, sin que aparentemente se realice un claro proceso de enseñanza intencionada por parte de algún adulto, ofrece la impresión de que aprenden ellos solos, pareciendo ser la manifestación innata de tal cualidad propia de la especie. Sin embargo, este aspecto, de aparente exclusividad genética, no parece estar lo suficientemente claro como para no plantear preguntas sobre su propia existencia y forma de manifestación. Tales preguntas han motivado que, en diferentes épocas y lugares, hayan surgido dudas sobre cuál pudo ser la primera lengua en usarse, o cuál sería la lengua que hablarían los niños que nunca hubiesen oído hablar a ningún otro ser humano. No es extraño que tengamos diversos documentos escritos que reflejen estas inquietudes sobre el tipo de lenguaje que se manifestaría primero en los recién nacidos, por más que en la actualidad sea una cuestión de fácil respuesta, pues todo niño habla el lenguaje que escucha desde su nacimiento.

Herodoto
Ya Herodoto comentaba cómo en el siglo VII a. C. el faraón egipcio Psamético se interesó en conocer cuál sería el lenguaje que tendrían los niños al nacer. Para saberlo, mandó aislar dos recién nacidos hasta que se pudieran oír sus primeras palabras. Los primeros sonidos articulados, según cuentan los escribas del faraón, fueron realizados en la lengua frigia que entonces se hablaba en Anatolia, concluyendo ingenuamente que esta lengua debería ser la primera que se hablara en la Tierra. Parece ser que no relacionaron este hecho con el lenguaje del cuidador de los niños, pues era casualmente esa misma. No cabe duda que se rompió el compromiso de no hablarles hasta que estos comenzaran a hablar, siendo el causante de la alteración de la experiencia.

Otro ejemplo se registra en el siglo XIII, cuando el Emperador de Alemania Federico II se interesó por el mismo asunto. Intentó conocer cuál sería la lengua natural de los recién nacidos. Para ello ordenó que un grupo de niños abandonados en un hospicio fuera entregado a unos cuidadores que, aleccionados expresamente, nunca podrían hablarles, ni hacer ningún ruido y gesto expresivo o afectuoso. No se pudo conocer cuál sería la lengua primordial, pues todos los niños del experimento murieron antes de pronunciar sus primeras palabras, a pesar de los esmerados cuidados que debieron de recibir.

El necesario desarrollo de la ciencia en general

René Descartes
Estos caprichosos, inútiles y crueles experimentos sólo pueden explicarse bajo los conceptos creacionistas de las formas religiosas y culturales del momento, predominantes hasta que se pudo establecer otros caminos de enfocar su estudio. Hubo que esperar a que la sociedad y su cultura, tomando un rumbo más racionalista, admitiera otras posibilidades sobre la creación humana y, desde luego, de su lenguaje. Sabemos que desde siempre el ser humano ha buscado soluciones a sus diversos problemas existenciales, basándose en el conocimiento que sobre la naturaleza pudiera tener y de las cualidades de su raciocinio. Uno de los primeros y más conocido intento de conocerse gracias a su capacidad de introspección, correspondió a la corriente filosófica denominada Racionalismo. Su iniciador y mejor exponente, René Descartes (1596-1650), estableció los fundamentos de la escuela filosófica que lleva su nombre. Donde su célebre primer principio, Cogito, ergo sum (pienso, luego existo), es fiel reflejo de su forma de intentar alcanzar la comprensión de la naturaleza humana. La posición filosófica contrapuesta corresponde al Empirismo, la cual defiende que la única fuente de conocimiento es la experiencia, pues sólo el conocimiento alcanzado por los sentidos nos pone en contacto con la realidad.

Charles Darwin
En el campo de la Biología, con la divulgación de las ideas sobre la evolución por Charles Darwin (1809-1882), se abrió la posibilidad de que el desarrollo humano, en todas sus facetas, no fuera una consecuencia de la intencionalidad divina, sino el resultado de un proceso evolutivo desarrollado a través del tiempo. Una de las consecuencias, que tal giro cultural supuso en la sociedad, fue la posibilidad de estudiar los caminos y causas que pudieron concurrir en el proceso, tanto en la creación evolutiva de los caracteres anatómicos, como en la aparición y desarrollo de diferentes culturas y lenguajes entre los seres humanos. Realmente, a partir de la publicación de El origen de las especies en 1859, es cuando se han producido notables avances en el desarrollo de todas las ciencias antropológicas, a pesar del trabajo que costaba liberarse totalmente de las ataduras que las corrientes humanísticas y religiosas anteriores habían marcado a todo el desarrollo científico. Con el desarrollo científico de su teoría, la ciencia ya no pudo ser la misma, por lo que siempre habría que tener en cuenta los procesos evolutivos.

....la evolución biológica y la cultural dependen una de la otra. La cultura sólo puede existir sobre una base biológica apropiada y depende enteramente de la naturaleza y las cualidades de tal base. Al mismo tiempo, la cultura extiende sobremanera el poder adaptativo de la naturaleza biológica y constituye la fuente más importante de los cambios ambientales que determinan la evolución biológica humana.
          Francisco J. Ayala, La naturaleza inacabada (1994: 224).

Además, nuestras simples cualidades perceptivas nos engañan sobre la realidad de la naturaleza, siendo preciso profundizar en los conocimientos de los hechos naturales antes de sacar conclusiones definitivas. Como ejemplo, se puede comentar un fenómeno que contribuyó a enderezar el rumbo de la ciencia de manera importante en la segunda mitad del siglo XIX. Se discutía la causa de la misteriosa generación espontánea que se apreciaba en múltiples procesos biológicos. Louis Pasteur (1822-1895), plenamente consciente de la existencia de microorganismos en la naturaleza, emprendió una serie de experimentos diseñados para hacer frente a la cuestión de la procedencia de estos gérmenes. ¿Se generaban de forma espontánea en las propias sustancias, o penetraban en ellas desde el entorno? Pasteur llegó a la conclusión de que la respuesta era siempre la segunda. Sus descubrimientos dieron lugar a un feroz debate con el biólogo francés Félix Pouchet (1800-1872) y, posteriormente, con el reputado bacteriólogo inglés Henry Bastion, que mantenían la posibilidad de generación espontánea en determinados casos y en las condiciones apropiadas. Estos debates dieron un gran impulso a la mejora de las técnicas experimentales en el campo de la microbiología, aunque la polémica duró hasta bien entrada la década de 1870, a pesar de que una comisión de la Academia de Ciencias aceptó oficialmente los resultados de Pasteur en 1864. Lo que con anterioridad se tenía por cierto, de acuerdo con lo que nuestros ojos y razón nos daban a entender, con la mejora de nuestras ideas y la experimentación pertinente se lograba ver las cosas de otra asombrosa forma, nunca jamás sospechada.

Francis Harry Crick
El desarrollo del empirismo y el conocimiento evolutivo de nuestra especie hicieron que la ciencia cambiase radicalmente en sus planteamientos y desarrollo. En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos acerca del funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. Por tanto, la Filosofía ha sido en gran parte estéril durante más de 2000 años, y probablemente seguirá siéndolo hasta que los filósofos aprendan a entender el lenguaje del proceso de la información (Crick, 1987: 220-228).

El lenguaje en la ciencia moderna

Volviendo al tema del lenguaje, que no puede ser independiente del camino que la ciencia en general toma en cada momento histórico, siempre se ha otorgado al lenguaje humano una gran importancia en su conducta. Esta importancia se aprecia en los numerosos estudios que sobre su origen se desarrollaron durante el siglo XVIII y parte del XIX, pues fueron épocas de acalorados debates sobre estos asuntos. Su complejidad y la aparente imposibilidad de llegar a un consenso, obligó a tomar decisiones drásticas en algunos foros de discusión. Tenemos el ejemplo de la Société de Linguistique de París, que en 1866 llegó a suspender los debates y prohibir la realización de nuevas publicaciones. No obstante, debido sin duda al gran interés que despertaba la comprensión del lenguaje, no se hizo mucho caso a tales disposiciones, como se vio inmediatamente con la continuación de numerosos trabajos sobre el mismo problema. Realmente, dado el carácter curioso de nuestra especie, es poco práctico e ingenuo impedir trabajar sobre temas que despiertan un gran interés en determinados medios científicos y sociales. 

Durante el siglo XX es cuando la ciencia comienza a observar que, con la falta de unas condiciones sociales con un mínimo de cualidades específicas para su desarrollo, la aparición del lenguaje y su riqueza de expresión estaban muy limitadas. Aunque hasta ese momento no se tuvieran concepciones claras sobre la dependencia del desarrollo lingüístico y psicológico de los niños con las condiciones afectivas y culturales del ambiente en el cual se criaban, fue entonces cuando se comenzó a comprender la naturaleza de tal relación. En el caso de abandono en los antiguos centros de acogida de niños pequeños (donde la privación afectiva o de trato mínimamente adecuado para su desarrollo producía un síndrome llamado genéricamente como Hospitalismo), se propiciaba un deterioro cognitivo a pesar de no existir causa neurológica ni aparentemente psicológica que justificase tal disminución de sus capacidades cognitivas. Se observaba además un elevadísimo índice de mortandad entre la población acogida en tales centros. Salvando todos los inconvenientes del tiempo y la falta de datos, no es difícil establecer un símil entre este ambiente y el propuesto por Federico II en el siglo XIII. Parece que el ambiente en el que viven los niños pequeños tiene una vital importancia para el desarrollo de un lenguaje, de sus facultades mentales, de la estabilidad emocional y, por tanto, de su supervivencia.

Ferdinand de Saussure
A mediados del siglo XX se produce un proceso filosófico denominado como “giro lingüístico”. Se trata de un cambio metodológico y sustancial que afirma que el trabajo conceptual de la filosofía no puede lograrse sin un análisis previo del lenguaje. Literalmente la expresión significa un giro hacia la filosofía del lenguaje. En los años 1970 las humanidades reconocieron la importancia del lenguaje como agente estructurante. Trabajos de otras tradiciones tuvieron un papel decisivo para el giro lingüístico en las humanidades, en particular el estructuralismo de Ferdinand de Saussure y el movimiento posestructuralista consiguiente. Se llega a la conclusión de que las operaciones de la conciencia humana (autoconciencia) tienen lugar por medios lingüísticos. Esta sería la premisa básica del nuevo paradigma que ha ido desarrollándose a lo largo del siglo pasado, por lo que ignorar el carácter lingüístico de la subjetividad (autoconciencia) sería tan estéril como volver a formas de filosofía anteriores. Sin duda, representa el inicio de la Psicolingüística que estudia el papel del lenguaje en la psicología humana (Función cognitiva del lenguaje).

En los últimos 30 años del siglo XX se ha producido un renovado interés por el lenguaje, como lo demuestra el gran número de publicaciones y de reuniones científicas que con tal fin se han celebrado hasta nuestros días. Diversas son las ciencias que en su metodología académica tratan de su estudio, pues es una cuestión que se discute con datos aportados por la Arqueología, Paleontología, Biología (Neurología, Genética, Anatomía, Evolución, Genética, etc.), Psicología y Sociología, produciéndose un importante avance en todas estas disciplinas. Sin embargo, aunque se inician tímidamente estudios sobre el lenguaje humano con caracteres multidisciplinares, son muy pocos los que entran por primera vez en la relación existente entre el pensamiento, el lenguaje y la conducta. Lo cierto es que la mayoría de estos trabajos se realizan de forma independiente y con pocas conexiones entre ellos, dificultando el avance teórico sobre el conocimiento de la realidad humana, la cual, no lo olvidemos, es el fin principal de todas ellas.

Hay que tener presente que muchos de los avances científicos, de los que se realizan en nuestra sociedad, no están basados en los datos aportados por un preciso descubrimiento realizado en una determinada parcela científica, sino en la síntesis teórica realizada sobre las aportaciones que ofrecen diversas ciencias con fines comunes. La idea de la necesidad de estudios interdisciplinares cada vez toma más fuerza en todos los trabajos relacionados con el ser humano y, por supuesto, en los que tienen que ver con el lenguaje, si es que queremos comprender la realidad de su origen y desarrollo. Parece ser que este es el camino que se sigue en la actualidad, sobre todo en lo referente a la psicolingüística, como lo atestiguan recientes trabajos sobre su origen (Tomasello, 2013; Benítez Burraco y Barceló-Coblijn, 2015)

Conclusiones

En este blog (Psicobiología del género Homo) siempre se ha dado especial interés al lenguaje en el desarrollo de su conducta, como puede leerse en entradas anteriores (Lenguaje humano; la universalidad del lenguaje humano¿innata o adquirida?; pensamiento, lenguaje y conducta; decisiones por unasegunda lengua parecen ser más racionales; función cognitiva del lenguaje). Siempre se ha tratado el tema dentro de por preceptos interdisciplinares, intentando con ello disminuir la subjetividad que el desarrollo de tales temas siempre lleva consigo. Si se ha logrado o no, al menos en parte, lo dejo en manos de los lectores.

- Ayala, F. J. (1994): La naturaleza inacabada. Salvat. Barcelona.
- Benítez Burraco, A. y Barceló-Coblijn, Ll. (2015): El origen del lenguaje Síntesis. Madrid.
- Tomasello, M. (2013): Los orígenes de la comunicación humana. Katz. Madrid.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Relación volumen cerebral-inteligencia

Recientemente se ha publicado en la revista Neuroscienceand Biobehavioral Reviews un trabajo sobre la relación entre el volumen cerebral y la inteligencia. Los autores (Pietschnig et al. 2015) concluyen indicar que el tamaño del cerebro influye muy poco en la conducta inteligente de sus poseedores. Igualmente se indica que la estructura es lo fundamental. El estudio se basa en los datos aportados por 148 muestras de más de 8.000 participantes, donde la relación estudiada (tamaño-inteligencia) tiene un papel menor en la explicación del rendimiento en la prueba del índice de inteligencia en los seres humanos. Sin embargo, en el trabajo se aprecia la presencia de cierta asociación entre volumen e inteligencia, aunque parece tener una relevancia práctica muy pequeña. Por el contrario, la estructura y la integridad del cerebro parecen ser más importantes como base biológica de cociente intelectual, mientras que el tamaño del cerebro funciona como uno de los muchos mecanismos de compensación de las funciones cognitivas.


Factores relacionados con su funcionalidad cognitiva

Conocemos diversos factores que estarían muy relacionados con la funcionalidad cognitiva cerebral. Lo primero sería comprender qué es el cerebro, lo que podemos analizar teniendo en cuenta las dos vertientes metodológicas que componen su unidad funcional.   



1.- Psicología: Uno de los enfoques que más predicamento tiene en la actualidad corresponde a la perspectiva del procesamiento de la información, en el cual la mente se entiende como un sistema activo que procesa la información medioambiental. De esta manera, los estímulos sensoriales que recibimos del exterior toman especial interés en la génesis y control del comportamiento humano (González Labra, 1998). Los rasgos más característicos de este enfoque teórico son los siguientes (Belinchón et al. 1992):

- Se establece una aceptación cuidadosa de la metáfora del ordenador o hipótesis computacional como explicación de los fenómenos cognitivos, al encontrar una analogía entre el modo de funcionar de estas máquinas y los procesos mentales de los seres humanos, en cuanto que los dos son sistemas de procesamiento de la información. Existiría la posibilidad de usar, en el desarrollo de la Psicología, datos procedentes de la simulación con ordenadores, para explicar la forma de describir los estados y los procesos mentales en términos del procesamiento de la información.
- La mente humana es un sistema activo y dinámico que está continuamente interaccionando con el medio ambiente.
- Igualmente, es un sistema capaz de manipular símbolos. La actividad inteligente implica la elaboración y manipulación de ciertas representaciones de la realidad.

2.- Neurología. Aunque el cerebro funcione como un órgano integrado, donde todos sus elementos están estrechamente relacionados con el propósito de realizar todas sus funciones, es en la corteza cerebral y el sistema límbico o cerebro emocional donde tienen lugar los procesos neurológicos relacionados con la conducta racional, simbólica y emocional propia del género Homo.  

Todos estos datos ofrecen un aspecto dinámico en la funcionalidad cerebral, pues depende mucho de la información externa para su definitiva configuración, por lo que su definitivo funcionamiento (simbólico o no) depende en gran medida de las características medioambientales en las que se organiza.   

Mecanismos evolutivos de mejoramiento funcional   


El gran aumento del córtex cerebral, al estar constreñido dentro del cráneo, obliga a realizar maniobras de aprovechamiento de un volumen que no puede aumentar más. En este contexto, se conocen dos procedimientos evolutivos que van a favorecer el rendimiento cerebral.

A.- Sobre el tamaño de la superficie de la corteza cerebral.
Destacan la mejora en la distribución espacial que se logra mediante las circunvoluciones (pliegues que sobresalen formando ondulaciones, que se supone que sirven para aumentar el área de la superficie cerebral al máximo). Se resalta que el córtex prefrontal humano está significativamente más circunvolucionado que el esperado para nuestro volumen cerebral (Rilling e Insel, 1999).

Se aprecia la importante girificación
del córtex cerebral
También influye la girificación o relación que existe, en cualquier sección del córtex, entre la longitud del perímetro cortical exterior (trazando el contorno más externo del córtex sin seguir sus recovecos) y la del perímetro total (midiendo el interior también de los plegamientos que hacen. Existe una girificación alométrica en todos los hominoideos, cuando más grande es el cerebro, más girificado está. Es importante resaltar que existe una girificación extraalométrica en el córtex frontal de los seres humanos (Cela Conde, 2002).

Estos datos indican el gran aumento de la superficie funcional de las áreas del córtex, adquiriendo especial interés las de asociación terciaria de nuestra especie, sobre todo del lóbulo prefrontal.

B.- Sobre la capacidad funcional del córtex.
Se ha podido establecer una importante relación entre la mielinización y la densidad neuronal, comprobaron que existen diferentes grados de densidad neuronal en determinadas e importantes áreas corticales para la conducta humana (Semendeferi et al. 2002). Precisamente en las zonas de asociación (donde la mielinización ocurre en último lugar) son las que presentan una densidad menor, lo que es interpretado como una cualidad que facilita su mayor interconexión y complejidad en la formación de las redes neuronales, siendo fundamental para el desarrollo de la conducta simbólica humana. Según parece ser, la densidad celular decrece al ir ascendiendo filogenéticamente, aumentando paralelamente el número de sinapsis o redes neuronales de la corteza, siendo en los humanos donde parece que mayor proliferación presentan (Lenneberg, 1976). Al aumentar la superficie del córtex, el número de neuronas en los humanos es mucho mayor, compensando con creces esta disminución filogenética de neuronas, pero a su vez se facilita su interconexión para formas redes neuronales, base de la conducta humana.

Conclusiones

Como podemos apreciar el simple dato del volumen cerebral y su conexión con las capacidades cognitivas humanas tiene una relación muy difusa (aunque una pequeña relación existe). Es necesario que la investigación neurológica intente aclarar los posibles cambios evolutivos que estén relacionados con estos procesos. 

La clave se sitúa en el aumento cuantitativo y cualitativo de las áreas terciarias, debido no solo al aumento de cada lóbulo, sino a su mayor circunvolución y girificación (Cela Conde, 2002; Rilling e Insel, 1999), lo que aumenta sustancialmente la superficie y capacidad funcional de la corteza cerebral. Hay que añadir una mejora en la conectividad neuronal, pues su estructura neurológica es menos densa, permitiendo que existan entre ellas una interconectividad mucho mayor, como se deduce de la mayor y tardía mielinización observada (Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al.2002).



- Belinchón, M.; Igoa, J.M. y Rivière, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Ed. Trotta S.A. Madrid.
Bufill, E. y Carbonel, E. (2004), “Conducta simbólica y neuroplasticidad: ¿un ejemplo de coevolución gen-cultura?”. Revista de neurología, 39 (1): 48-55.
Cela Conde, C. J. (2002), “La filogénesis de los homínidos”. Diálogo filosófico, 53: 228-258.
González Labra, M. J. (1998): Introducción a la psicología del pensamiento. Ed. Trotta. Valladolid.
- Lenneberg, E. H. (1976): Fundamentos biológicos del lenguaje. AU. 114. Alianza. Madrid.
- Pietschnig, J.; Zeiler, M.; Voracek M. y Wicherts, J. (2015): “Meta-analysis of associations between human brain volume and intelligence differences: How strong are they and what do they mean?” Neuroscience and Biobehavioral Reviews. Volume 57: 411-432.
- Rilling, J. K., e Insel, T. R. (1999), “The primate neocórtex in comparative perspective using magnetic resonance imaging”. Journal of Human Evolution, 37, 191-223.
Semendeferi, K.; Lu, A.; Schenker, N. y Damasio, H. (2002), “Humans and great apes share a large frontal cortex”. Nature neuroscience 5 (3): 272-276.

domingo, 18 de octubre de 2015

Embriología y Genética en la evolución

La interdisciplina es una metodología científica que ha sido muy poco utilizada, aunque siempre se ha hablado de su necesidad y, de forma menos elaborada, se ha realizado bajo los parámetros de la multidisciplina. La Biología evolutiva, como ciencia ampliamente usada, se ha desarrollado siguiendo estas carencias de método. Desde el desarrollo de la Teoría sintética a principios del siglo XX, y gracias al desarrollo de la Genética, los cambios evolutivos se centraron en las mutaciones genéticas y de la influencia medioambiental (física, cultural y geográfica). El uso de otras ciencias, como la Embriología, fue desechado sin mucho fundamento, lógico (o no tanto) para su época, pero en la actualidad hay que replantearse su actuación en los procesos de cambio morfológico. Igualmente, la Epigenética parece tener algo que decir en los procesos evolutivos, aunque en este caso si es lógico que en el periodo de formación del Neodarwinismo no se tuviera en cuenta, dado el limitado desarrollo de la Biología en general. No es descabellado pensar que la evolución debe de estudiarse por métodos interdisciplinarios realizados por diversa ciencias (Genética, Embriología y Epigenética), y aplicarla a la concepción de evolución en mosaico que cada especie tiene como acervo particular y, posiblemente, único. En esta entrada analizaré brevemente las causas del porqué se abandono la embriología como uno de los motores del desarrollo evolutivo, cuanto en sus comienzos fue usada con gran entusiasmo.

La Embriología en la evolución

La Embriología es una de sus disciplinas que, desde un principio, el Neodarwinismo excluyó de sus estudios a pesar de la importancia que tuvo en la génesis de las ideas evolutivas. La propia teoría evolutiva expuesta por Darwin recibió una gran influencia de los datos embriológicos que se tenían en la época, los cuales parecían indicar que el desarrollo del embrión era comparable, hasta cierto límite, a un despliegue rápido de las formas elementales de sus antepasados evolutivos, produciendo un retrato dinámico de la historia filogenética de la especie. Tal interés puede comprobarse 1820 cuando el biólogo y naturista Karl Reinhold Ernst von Baer se diese cuenta de la semejanza de los embriones correspondientes a diversas especies de animales, los cuales en las primeras etapas de su desarrollo ontogénico, presentaban un diseño común. Parece ser que tal conclusión la obtuvo por medio de un sencillo accidente, pues al caerse las etiquetas identificativas de las botellas donde conservaba los embriones de pájaros, lagartos y mamíferos, no pudo con posteridad identificar a cada uno de ellos.

Copia de Romanes (1892de los dibujos embriológicos de Haeckel.
Esta idea tuvo como expresión límite la ley de la biogenética o recapitulación, creada en 1866 por el médico y naturalista Ernst Haeckel, en la que expuso: “El desarrollo embriogénico de un ser vivo actual es un resumen abreviado de las fases por las que ha pasado el desarrollo paleontológico del grupo al que pertenece la especie estudiada. La ontogenia es una repetición, una recapitulación breve y rápida de la filogenia, conforme a las leyes de la herencia y de la adaptación”. Sin embargo, existió una dificultad teórica y práctica importante en la demostración de tal ley, por lo que, a pesar de los poco ortodoxos intentos de su autor, no fue posible evitar que tal corriente de estudio fuese desechada (Pennisi, 1997).

Tras el desarrollo de la Genética, en la elaboración de la Teoría sintética sólo se tuvo en cuenta la variación que se producía dentro de las poblaciones de genes de cada especie, olvidándose las posibilidades que la embriología ofrecía como posible causa de ciertos cambios anatómicos, a pesar que diversos autores insistían en la importancia que representaba en los procesos evolutivos. En este sentido, tenemos la premisa elaborada por el biólogo Walter Garstang (1922), el cual anticipa una visión evolutiva que parece renacer en la actualidad: “La ontogénesis no recapitula la filogenia; la crea”. En esta línea J. Huxley (1942) fue menos estricto al escribir: “La ontogenia no recapitula la filogenia, pero puede revelarla y reiterar un esquema de estructura ancestral”. Siguiendo estas ideas, el genetista Richard Goldschmidt (1933, 1940) indicaba que la aparición de nuevas formas morfológicas podría ser el resultado de cambios genéticos que afecten a la ontogenia inicial (embriogénesis), cambiando el desarrollo posterior por otras vías diferentes. Estos cambios, sólo serían viables si se tienen los suficientes mecanismos reguladores que pueden mantener la fisiología fetal, dentro de los límites adecuados, hasta el nacimiento y después del mismo.

No obstante, debido a la falta de conocimientos sobre la actuación genética en la embriogénesis, y al camino diferente y sin relación entre sí que llevaron ambas ciencias (la falta de interdisciplina es tan antigua como la misma ciencia), sólo se utilizó el concepto de variación genética dentro del estudio de las poblaciones, estudiando matemáticamente sus variaciones como causa de la paulatina implantación de nuevos caracteres morfológicos.

Una de las principales causas de esta incomprensible separación teórica, radica en que desde principios del siglo XX se intentó explicar el desarrollo embriológico de los seres vivos por métodos experimentales, con el fin de extraer los mecanismos generales que aclarasen las formas en que tienen lugar su producción. En estos estudios no se planteó nunca la existencia de un control genético del propio proceso embriológico, limitándose su explicación a intervenciones mecánicas o químicas, con lo que ambas disciplinas, Genética y Embriología, siguieron caminos diferentes. Este hecho es un ejemplo claro de cómo diversas ciencias que tienen un fin común, como es el conocimiento del ser humano en su integridad, al tener metodologías diferentes divergen en sus estudios, impidiendo el avance científico en sus aspectos más globalizadores.

Genética y Embriología

Sin duda son dos ciencias que están íntimamente relacionadas en la acción de la formación de los seres vivos, pero su relación no ha podido ser demostrada hasta finales del siglo pasado. Sólo cuando se vio que ambos procesos biológicos estaban íntimamente relacionados en sus mecanismos de control, fue cuando se tomó en cuenta la relación entre mutación y desarrollo embriológico con los fenómenos evolutivos. La unión de ambas disciplinas (Genética y Embriología) ha generado en la actualidad un nuevo campo científico denominado como Biología del Desarrollo, de la cual parte la propia Genética del Desarrollo. El congreso Internacional de Genética de 1963, fue el primero que dedicó una sección específica a la Genética del Desarrollo.

Como es lógico, enseguida se relacionó le existencia de genes reguladores de la morfogénesis embrionaria con los conceptos de heterocronías. Desde 1910 se conocen cambios genéticos o mutaciones que son capaces de alterar la organización y situación de diversas estructuras anatómicas. Las primeras en conocerse fueron las que mostraban el desarrollo de un determinado elemento anatómico en un lugar topográfico equivocado, dentro de la embriogénesis de la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster). Se comprobó cómo se desarrollaba una mandíbula en el lugar topográfico donde debía de haber una anténula. A este tipo de alteraciones se las denominó mutaciones homeóticas, y los genes que debían de regular tal proceso se les llamó homeóticos u Hox. Estos genes tienen una importancia capital en el desarrollo correcto de todo ser vivo, pues, al ser los responsables de la identidad posicional, indican a las células del embrión en que región anatómica se encuentran y que estructura anatómica deben desarrollar. Por tanto, no producen en sí mismos nada, sino que indican a los genes estructurales el lugar, la tasa y/o el tiempo de actuación que deben de tener. Estos genes homeóticos o reguladores producen determinadas proteínas, que funcionan como controladores de la acción de otros genes dentro del proceso de desarrollo embriológico de los seres vivos. Aunque su conocimiento en la actualidad esté limitado a la regulación del esquema corporal en las primeras fases del desarrollo ontogénico (Jacob, 1998), es lógico pensar que los que conocemos, u otros aún no descubiertos, deben de tener funciones específicas en las siguientes fases embriológicas, que afectaran a todos los órganos y, por supuesto, al cerebro (Changeux, 1985; Flórez et al. 1999). Habrá que esperar su confirmación con el desarrollo científico de los próximos años, pues el auge investigador en estas tareas de embriogénesis tiene un gran futuro. A pesar de que aún son necesarios numerosos estudios sobre este campo, podemos afirmar que el desarrollo embrionario u ontogénico sería el resultado de la acción, jerarquizada y organizada de los genes reguladores, que indicarían a los múltiples genes estructurales dónde, cuándo y cuánto pueden comenzar a operar en el proceso embriogénico.

El conocimiento de la acción de estos característicos genes les confiere un valor muy importante como posible causa del cambio evolutivo. Su descubrimiento permite comprender mejor el mecanismo de acción de los conceptos de heterocronías, como fuente de muchas de las variaciones morfológicas (García Barreno, 2000). Puede decirse que, en gran medida, cuando vemos que una especie ha evolucionado en otra, lo que observamos es que su desarrollo ontogénico o embriológico ha cambiado (Sinha, 1996). Por tanto, hay que considerar a la embriogénesis como un proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. Estas leyes limitan los cambios morfológicos a un estrecho margen de posibilidades de variación, pues toda alteración en este período ontogénico de desarrollo podría afectar globalmente a la fisiología del ser en formación. Si el cambio no consigue mantener un mínimo de estabilidad fisiológica, se llega fácilmente a imposibilitar la continuidad del desarrollo fetal, provocando el aborto. Hay que considerar a la embriogénesis como un proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. No es de extrañar el avance de la Biología evolutiva del desarrollo (Evo-Devo. Evolution-Development), la cual camina en la actualidad por estos derroteros (Sean, 2005).


Cambios morfológicos relacionados con la embriología

Con la acción de los genes reguladores se conoció que durante la fase de formación embrionaria se producen cambios morfológicos en cascada durante el curso de su desarrollo. Todo cambio morfológico producido por la mutación de uno o varios genes reguladores o acción epigenética, en un determinado momento de la ontogenia fetal, va a repercutir en las siguientes fases de la embriogénesis, sin que sean precisas nuevas alteraciones genéticas. Cuando conocemos la producción de un cambio evolutivo, lo que se ha manifestado es un cambio en la ontogenia o embriogénesis de ese ser (Sinha, 1996).
Los cambios producidos por la acción de los genes reguladores tienen lugar no sólo en el órgano regulado por estos genes, sino también en las estructuras corporales que, en su desarrollo, tienen como base de inicio o configuración la anatomía anteriormente alterada. Así, un cambio morfológico producido por una mutación de un gen regulador, en un determinado momento de la ontogenia fetal, va a repercutir en las siguientes fases de la embriogénesis, sin que sean preciso nuevas alteraciones genéticas (Gilbert, 1985). Por tanto, es preciso distinguir dos tipos de cambios anatómicos en función de su origen:

- Primario, producido por la acción directa de la mutación genética, ya sea en los genes reguladores como en los estructurales.
- Secundario, como consecuencia indirecta de los cambios genéticos producidos con anterioridad, en función de la continuación del proceso embriológico.

Pondré un claro ejemplo muy relacionado con los temas que tratamos, y de gran interés en el mundo paleontológico y arqueológico. Existe una determinante relación entre el desarrollo ontogénico del cerebro y las diferentes partes del cráneo (base, neurocráneo y cara), de tal forma que la alteración del encéfalo debe de repercutir en la forma estructural de los huesos de la cabeza (Changeux, 1985; Lieberman, et al. 2000). La función de esta compleja estructura ósea es la de proteger al cerebro, por lo que debe ajustarse lo más exactamente posible a su forma anatómica, hecho que nos permite estudiar la impronta que el cerebro realiza en la cara interna de los huesos craneales (endomoldes). Sin embargo, el desarrollo óseo del cráneo no debe de interferir en el normal crecimiento cerebral, por lo que su definitiva forma anatómica estaría en gran parte condicionada por la configuración morfológica final del sistema nervioso central. La forma del cráneo no depende en exclusiva de la acción de los genes estructurales que la forman, sino que participa de la propia dinámica ontogénica del cerebro humano (Le Gros Clark, 1967; Orts Llorca, 1977). Así, pequeñas y específicas mutaciones genéticas pueden producir cambios morfológicos importantes y relativamente rápidas repercusiones ontológicas y evolutivas (Gould y Lewontin, 1979; Bogin, 1999; Churchill, 1998).

Un trabajo reciente sobre los efectos de mutaciones en los genes homeóticos u Hox es el caso del gen ARHGAP11B existente en los Neandertales y Humanos anatómicamente modernos (Florio et al. 2015) que explica parte del mecanismo de evolución cerebral. Otro ejemplo sería el gen TRNP1, el cual parece ser el responsable de la producción de pliegues o girificación del córtex cerebral, ya que se expresa en niveles bajos en las zonas con pliegues y en niveles altos en las zonas más lisas (Stahl et al. 2013).

Todas estas consideraciones podrían explicar la poca diferencia genética que existe entre especies próximas. Tal es el caso del ser humano y el chimpancé, cuya diferencia genética se sitúa alrededor del 1,5%, como los genetistas Mary Claire King y Allan Wilson lo dieron a conocer (King y Wilson, 1975; Sibley y Alhquist, 1984).

Conclusiones

Vista la trascendencia que tienen algunos genes en los procesos de formación anatómica durante la embriogénesis, no podemos considerar como causa única del cambio anatómico al aspecto genético inicial y su transformación en formas adultas. Hay que tener en cuenta las etapas intermedias de desarrollo, que tienen mucho que ver con la formación y transformación de las diferentes especies. La embriogénesis es un proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. Estas leyes limitan los cambios morfológicos a un estrecho margen de posibilidades de variación, pues toda alteración en este período ontogénico de desarrollo afecta a la fisiología del ser en formación, Así, si el cambio no consigue mantener un mínimo de estabilidad fisiológica, se llega fácilmente a imposibilitar la continuidad del desarrollo fetal, provocando el aborto (Alberch, 1980, 1982; Devillers, Chaline y Laurin, 1989).

Debemos valorar, con todas sus consecuencias, los conceptos de las heterocronías dentro de la propia dinámica de la embriogénesis, pues no todos los cambios anatómicos deben de tener un origen basado en el simple cambio genético como causa directa que lo justifique. Un cambio morfológico producido por una alteración en un gen regulador, en un determinado momento de la ontogenia fetal, va a repercutir en las siguientes fases de la embriogénesis, sin que sean preciso nuevas alteraciones genéticas (Gilbert, 1989).

Las heterocronías, la embriología y la evolución en mosaico, son las piezas clave en las formas evolutivas humanas, pero sólo podemos poner nombre a cada proceso evolutivo, al analizar en lo posible las causas genéticas que lo produjeron (hecho que aún hoy no es posible, pero puede que se logre en un período no demasiado largo), o los cambios anatómicos a los que dio lugar, método que aunque más indirecto puede orientarnos sobre las causas del cambio morfológico.

Estas relativamente recientes vías de investigación sobre los mecanismos evolutivos están desarrollando un concepto de evolución entendido como un proceso multifactorial de gran complejidad, donde los mecanismos de producción del cambio anatómico son consecuencia de la acción conjunta de diversos factores. En este contexto evolutivo, el origen de los procesos cognitivos humanos (autoconciencia, simbolismo, lenguaje, etc.) serían la consecuencia de una exaptación evolutiva, manifestándose como una capacidad cognitiva emergente que aparece después de realizados los cambios neurológicos que lo posibilitan, pero que no fueron creados evolutivamente para tal fin (Gould y Lewontin, 1984; Schlaug et al. 1994). La manifestación y desarrollo de las capacidades cognitivas dependerían en gran medida de las características medioambientales, siendo la base evolutiva elegida por la Psicología cognitiva (procesamiento de la información).


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miércoles, 9 de septiembre de 2015

La función cognitiva del lenguaje

Ya he hablado sobre las diversas funciones que el lenguaje tienen en los seres humanos (El lenguaje humano), pero ahora quiero analizar con mayor profundidad una de ellas, posiblemente la menos conocida, pero desde luego tan importante o más que las otras. Me refiero a la función cognitiva que el lenguaje facilita en nuestros cerebros. 


En principio, tras ver las características comunicativas y sociales, parece que se acaban las principales funciones que en un análisis rápido podrían deducirse del lenguaje, pero la realidad es que su papel en el funcionamiento cerebral es fundamental para la conducta que nos caracteriza. Se puede establecer que la adquisición de un lenguaje desde pequeño (antes del periodo crítico, pues después sus efectos están muy limitados) va a producir una estructuración funcional del cerebro, logrando la creación, potenciación o desarrollo de las capacidades cognitivas humanas (emergencias cognitivas). Es decir, va a organizar funcionalmente las estructuras neurológicas heredadas, pero con las características y formas que dependen de las propiedades del lenguaje aprendido.

Este proceso de organización neurológica de base lingüística (diferente del realizado por el adulto en el estudio de otra lengua) va a estructurar al pensamiento de una forma específica que denominaremos pensamiento lingüístico o racional. Su desarrollo se realiza y materializa cognitivamente por medio de diversos procesos internos, como son el lenguaje interno, el pensamiento verbalizado y el lenguaje intelectualizado. De esta organización y estructuración funcional que se produce desde el mismo momento del nacimiento hay que destacar las siguientes funciones cognitivas:

- Desplazamiento cognitivo en el tiempo y el espacio.
- Creación del pensamiento racional abstracto.
- Base de la memoria autobiográfica. Inicio de la conciencia reflexiva. Autoconciencia.
- Aumento de la capacidad del aprendizaje de tipo humano moderno con la enseñanza intencionada.

Todas ellas se producen mediante el desarrollo sociocultural del medio en el que se nace (desarrollo social, político, religioso, tecnológico, artístico, etc.), al ser simbolizadas por medio del lenguaje en abstracciones sonoras o gesticulares, y aprendidas desde que nacemos. Nuestro cerebro se torna lingüístico y autoconsciente (racional y emocional), lo que serían en última instancia los mecanismos responsables de nuestra conducta.

I.- Comunicación interna (cerebro lingüístico). El pensamiento es la actividad cerebral en el plano psicológico, siendo el resultado de procesar la información que nos llega del exterior y el uso de la almacenada en la memoria (ya sea en forma de imágenes compuestas, experiencias sensoriales simples o elaboradas, y/o simbolizadas por el lenguaje), de forma que se puedan elaborar conductas adecuadas. Para tal fin el cerebro utiliza todas las capacidades cognitivas que posea (memoria, abstracción, simbolización, funciones ejecutivas, etc.), las cuales se potenciaran y organizaran por medio del lenguaje.
El cerebro al nacer solo contiene un protomapa de organización funcional poco definido sobre el futuro funcionamiento neurológico, su inmadurez permite que puedan estructurarse en redes neuronales efectivas en función de la información que les llega de fuera (Rakic, 1995). El aprendizaje del lenguaje en nuestros primeros años de vida es el resultado de una interacción cognitiva entre el lenguaje que constantemente estamos escuchando y el pensamiento no verbal que posee el niño, aunque éste estaría muy limitado por la pequeña cantidad de recuerdos que procesar y su limitado desarrollo cognitivo. Según va aprendiendo el niño el lenguaje su pensamiento se va haciendo lingüístico, es decir, cada vez utiliza más un pensamiento lingüístico para realizar sus acciones, recordar, planificar, imaginar, etc. Así, hasta llegar a pensar constantemente como si estuviera hablando consigo mismo, ha desarrollado un lenguaje interno. Este lenguaje es el mismo que usamos normalmente con las mismas directrices léxico / gramaticales, aunque con pequeñas variaciones.

Efectivamente, el lenguaje interno es responsable de las funciones mentales superiores, pues transforma la percepción del sujeto, transforma su memoria, y permite la planificación y regulación de la acción, haciendo posible la actividad voluntaria. Nuestro pensamiento está ahora plenamente verbalizado, siendo más fácil pensar, relacionar y expresar todo tipo de situaciones y hechos, con mucha mayor rapidez y claridad. Aparece como una nueva función cognitiva, que facilita el control y regulación de los propios procesos cognitivos, con lo que nuestras acciones, consecutivas a nuestro pensamiento, estarán mejor guiadas y estructuradas (Belinchón et al. 1992; Damasio, 2010; Luria, 1979, Mercier, 2001; Vygotsky, 1920).

A través del lenguaje se aprende rápidamente el desplazamiento cognitivo (en el tiempo y en el espacio), así como el desarrollo de la abstracción y del simbolismo, pues con él se produce la transmisión de pensamientos abstractos simbolizados por los mecanismos sonoros o los gestos del lenguaje oral o de gestos.

II.- Inicio de la conciencia reflexiva. Autoconciencia. La relación del lenguaje con la conciencia reflexiva o autoconciencia parece ser un hecho ampliamente demostrado, o por lo menos todo lo demostrado que estos procesos cognitivos nos permiten. Tal aseveración estaría fundamentada en varios hechos neurológicos bien documentados.

- Cerebro dividido. Por motivos de problemas neurológicos (formas de epilepsia global refractaria al tratamiento) se realizaron desde mediados del siglo pasado diversas operaciones en las que se separaban los dos hemisferios cerebrales cortando el cuerpo calloso (enorme haz de fibras nerviosas que los conecta). Los resultados fueron mucho más que curiosos y no precisamente por la mejoría en algunos pacientes de su epilepsia. Las acciones del cerebro dividido pueden ayudarnos a comprender la realidad del nuestro funcionamiento cerebral, aunque para ello es necesario tener una mente abierta a realidades contrastadas con la ciencia pero no asumidas interdisciplinariamente por todos los científicos que estudian la conducta como el resultado de la activación cerebral en todos sus facetas (racionales y emocionales).

Cuerpo calloso
Conocemos que cada hemisferio cerebral recibe información (somatosensorial, motora, visual y auditiva) de la mitad opuesta del cuerpo, aunque la visual y auditiva tiene algunas diferencias con el restos de las sensaciones. Cuando se realiza un corte del cuerpo calloso las dos mitades (hemisferios) actúan como dos cerebros independientes y cada uno controla la información de la mano contralateral y gran parte del ojo homolateral. Mientras el hemisferio izquierdo, donde se asienta el lenguaje, podía comunicar lo que veía el ojo derecho, el cerebro derecho podía mover el brazo izquierdo como si viera pero no comunicarlo (Gazzaniga, 2015: 49-50). Parece como si el cerebro izquierdo con lenguaje tenía conciencia de lo que veía y así lo manifestaba (no lo comunica porque tiene lenguaje, sino que lo expresa por tener autoconciencia del hecho y poder comunicarlo). Mientras que el derecho actuaba como si lo viera (movía el brazo izquierdo y lo señalaba) pero no era autoconsciente de tal hecho. Podría ser una comprobación de la relación de necesidad que existe entre el desarrollo de un lenguaje y la autoconciencia humana. Así, la base neurológica de la autoconciencia sería el hemisferio con lenguaje, mientras que el inconsciente (compleja y básica actividad cerebral presente en toods los seres vivos con cerebro), de compleja localización, siempre actúa pero no se es consciente de su actividad. 

- Ubicación hemisférica del lenguaje. Un ejemplo de especialización cognitiva de áreas corticales lo tenemos en el área de Broca y de Wernicke, muy relacionados con la producción del lenguaje. La mayoría de las veces el área de Broca relacionada con el control de la articulación sonora se sitúa en el hemisferio izquierdo, pero su ubicación parece depender más a la convergencia sobre la misma de dos o más proyecciones de modalidades sensoriales diferentes (Geschwind, 1965), que a una determinación genética dominante y preestablecida desde el nacimiento. Ambas áreas de Broca (izquierda y derecha) son en equipotenciales y su especificación y desarrollo funcional se realiza en función de las aferencias que le llagan y que aún no conocemos bien. Así, se ha podido ver como en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que es precisa su extirpación quirúrgica, las funciones cognitivas que debían de desarrollarse en esta zona cortical izquierda, son fácilmente desarrolladas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la capacidad del lenguaje. Esto será siempre que ocurra en una edad temprana del desarrollo, sobre todo en la infancia, pues la plasticidad neural que permite este proceso va desapareciendo paulatinamente con el crecimiento del niño (Changeux, 1985; Flórez, et al 1999; Miller, 1985, Springer y Deutsch, 1994). En este sentido, parece que la simple presencia de una impronta del área Broca, sólo indicaría la creación evolutiva de una nueva área de asociación cortical, que se va a manifestar eficaz en la regulación de movimientos musculares complejos, pero que sólo va a ser efectiva si se desarrolla con un aprendizaje en un medio ambiente adecuado y dentro del período crítico (Changeux, 1985; Lenneberg, 1976; Springer y Deutsch, 1994).

En la mayoría de las personas esta activación del área de Broca relacionada con el lenguaje se produce en el hemisferio izquierdo. Así, una lesión en esta área y hemisferio produciría un trastorno del lenguaje (afasia de Broca), mientras que la misma lesión en el otro hemisferio tendría una repercusión lingüística muy pequeña o nula.

- Sin lenguaje (abstracción y simbolización del pensamiento) la autoconciencia o no existe o estaría muy alterada. Las aferencias sensoriales desde el medio ambiente externo (lenguaje) son fundamentales para la definitiva estructuración funcional del cerebro, si éstas no son las adecuadas (p. e. aislamiento sensorial y emocional, ausencia de lenguaje) se producirá igualmente una estructuración neurológica, con formas anatómicas iguales, pero con una gran diferencia respecto a la capacidad conductual de su poseedor, que en casos extremos llegaría a graves alteraciones cognitivas donde se encontraría autoconciencia (Vallejo Nágera, 1974; Curtiss, 1977; Tomasello, 2007).

- Las características neurológicas del cerebro (inmadurez y muerte neuronal desde el nacimiento, tardía mielinización, periodo crítico) y su inmadurez funcional indican la gran disposición neurológica al nacer para que su definitiva configuración dependa de los estímulos externos. En este contexto, el lenguaje implica un sistema de organización del pensamiento estructurado a la simbolización de las abstracciones que se deducen de la experiencia cotidiana: el lenguaje es una simbolización de la acción.

Conclusiones preliminares

Desde una perspectiva evolutiva (filogenia), genérica y poco precisa, y con mayor fundamento en la propia historia vital (ontogenia), se han establecido tres clases de conciencia, que según los diversos autores que la estudian pueden tener una denominación diferente, pero se refieren a procesos cognitivos muy similares.

A.- Conciencia primaria. Recibe diversos apelativos como primaria o sensorioperceptiva (Ramírez-Goicoechea, 2005: 96-107), conciencia primaria (Edelman y Tononi, 2002: 127), el proto sí mismo y sus sentimientos primordiales (Damasio, 2010: 46-47). Está presente en animales con cierto nivel de desarrollo neurológico. Se basa en las capacidades sensoriomotrices y en un aprendizaje de experiencias pasadas en relación con situaciones del presente. Se limita al apercibimiento de tener un cuerpo (propioceptivas: dolor, placer, sensaciones corporales en general, emociones básicas), y de estar en el mundo rodeados de otros iguales y distintos, que pueden representar distintas categorías de proximidad, semejanza, cooperación o peligro. Es un recuerdo inmediato del pasado, pero sin proyección ni retrospección a largo plazo. Constituye el inicio de la mente, siendo una consecuencia del común estructuralismo funcional de todos los seres vivos, pues todos estamos relacionados por la evolución y tenemos, más o menos desarrollados, los procesos neurológicos básicos (percepción) y psicológicos (sensación). No obstante, en la escala evolutiva existen notables diferencias de esta forma de conciencia, existiendo una correlación directa entre el aumento evolutivo del cerebro y la capacidad de obtención de conciencias primarias más funcionales o adaptativas, al ir aumentando su capacidad de procesamiento de la información adquirida (uso de la experiencia). Sin embargo, ante una misma percepción neurológica pueden darse diferentes sensaciones, pues la experiencia es la que en definitiva lo que más va a influir en la modelación de tales percepciones. Sin experiencia y su recuerdo (racional y emocional) no se puede comprender y utilizar lo que se percibe. No tendría ninguna relación con el lenguaje.

B.- Conciencia reflexiva, autoconciencia o metacognición. Sería aquella que tiene a la propia conciencia como objeto (conciencia de sí mismo, autoconciencia). Su existencia implica la reflexividad cognitiva (analizar algo con detenimiento) que permite pensarse a sí mismo. Implica una representación o redescripción de nuestra propia imagen y percepción de nosotros mismos. Edelman y Tononi (2002: 127) la definen como la conciencia de orden superior, propia de los seres humanos, que se suma a la anterior (conciencia primaria), estando acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad de construir escenas del pasado y futuras (autoconciencia en relación con los conceptos temporales y espaciales). Algunos autores establecen dos subtipos con un carácter muy dinámico dependiendo de las circunstancias del medio (Damasio, 2010: 30).

- El sí mismo central. La mente consciente se inicia cuando el sí mismo cobra sentido en ella, cuando los cerebros añaden, dentro de la evolución neurológica, el proceso que es el sí mismo a la mezcla que es la mente. Sería una identidad reflexiva que se ocupa de la acción dentro de los parámetros del aquí y ahora (sin desplazamiento cognitivo), ocupándose del organismo en relación con el medio pero no de su identidad. Actuaría sobre el proto sí mismo y sus sentimientos primordiales, centrándose en la acción al actuar en toda relación entre el organismo y el mundo externo. (Damasio, 2010: 48, 259), añadiendo componentes sensoriales y emocionales anteriormente aprendidos y utilizados (experiencia) que modularán la respuesta. Es una mente consciente que puede relacionarse con la teoría de la mente, facilitando el desarrollo social, cultural y tecnológico de las sociedades humanas. Podría ser el fundamento del funcionamiento cognitivo del hemisferio sin lenguaje (derecho en la mayoría de los, casos) o del inconsciente de Freud.

- El sí mismo autobiográfico que incorpora las dimensiones sociales y espirituales. Compete al pasado y al futuro anticipado. Mente consciente de producir cultura (Damasio, 2010: 48, 280). Recogería la información referente a las relaciones sociales, con todas sus características económicas, tecnológicas, simbólicas y personales del individuo y de éste con los grupos humanos. Tendría una estrecha relación con el lenguaje, pues sin él es difícil que se tenga una valoración histórica, coordinada y narrativa de nosotros mismos.
Es difícil valorar el papel de cada una de ellas en el desarrollo definitivo de la autoconciencia. En este apartado la interdisciplinariedad tiene un papel muy importante, al poder estudiar el valor que tiene la experiencia vivida en el desarrollo de estas dos subformas de conciencia. El sí mismo autobiográfico es claramente social y adquirido, pero el sí mismo central puede tener una base innata importante, aunque puede que también se magnifique cuando las características autobiográficas adquieran una relevancia adecuada.

C.- Conciencia trascendente. Son los estados de conciencia emergentes que, se experimentan de formas puntuales, propias y de causa múltiple (meditación, alta concentración, alucinaciones, ritos específicos, etc.). No se puede hablar de estados alterados de conciencia, pues condiciona a que la vigilia es el estado de la realidad, lo que no es cierto en todas las culturas (Ramírez-Goicoechea, 2005: 104). Tienen una importancia crucial en fases avanzadas de conciencia reflexiva, como pueden ser todos los relacionados con la creación del arte, magia, enterramientos y cultos religiosos del Paleolítico superior (Rivera y Menéndez, 2011). Se relaciona con el simbolismo trascendente.

Estas divisiones generales, más teóricas que reales, deben encuadrarse en el proceso evolutivo como un continuum heterogéneo en tiempo y lugar, lleno de estados intermedios de imposible cuantificación que nos impide llegar a conclusiones definitivas. Aún se desconoce muchos datos sobre la forma de evolución humana, así de cómo influye la cultura y el lenguaje sobre la manifestación fenotípica referente a la conducta. Parecida opinión indica Damasio (2010: 30) con una perspectiva evolutiva (filogenética y ontogenética) donde se produce un proto sí mismo con sentimientos primordiales o sensación de sentir las sensaciones y emociones, el sí mismo central orientado a la acción (aquí y ahora) y el autobiográfico con dimensiones sociales y espirituales. Lo que no está claro es la relación de ellos entre sí, y su progresión o mayor desarrollo en las sociedades biológicas.


Todo lo visto en el anterior apartado se logra por medio de un procesamiento computacional de la información adquirida y procesada por medio del lenguaje (interno y externo). El lenguaje es una tecnología cognitiva. El idioma es la caja de herramientas que ha desarrollado cada cultura para imaginar el mundo. En este sentido habría que admitir la hipótesis Sapir-Whorf, pues nuestro pensamiento al ser básicamente lingüístico, depende de las características de cada lenguaje. Sin embargo, hay otra serie de procesos cognitivos que también influyen en nuestro pensamiento, como son las emociones, sobre todo las primarias de carácter innato. Éstas, al crear sentimientos emocionales dan una apreciación especial y propia a las abstracciones que se asocian a tales emociones. La variedad lingüística, emocional y racional en una característica básica de nuestra propia esencia como seres humanos.




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