martes, 8 de diciembre de 2015

El lenguaje en la Ciencia

El concepto del lenguaje, como cualidad inseparable de la condición humana, se ha mantenido constante a lo largo de toda nuestra historia. Tal es el grado de asimilación entre los dos conceptos, lenguaje y ser humano, que el primero ha sido y es considerado como una característica clave para la distinción de nuestra especie respecto de todas las demás, tanto en sus capacidades biológicas de articulación sonora como en los aspectos culturales que entraña. Así, dentro de las numerosas culturas humanas que forman nuestro largo periplo histórico, al lenguaje se le ha otorgado los caracteres de innatismo y exclusividad, como si fuera un precioso don que la divinidad de cada momento y cultura les había concedido en el acto de su creación, para diferenciarlos totalmente de los animales que carecen de tan apreciada propiedad. Esta exclusividad es aparentemente fácil de observar, pues ningún otro animal puede producir los sonidos del lenguaje con las particularidades propias de nuestra especie, es decir, con intencionalidad de expresar lo que pensamos. Igualmente, el hecho de que todos los niños comenzaran a hablar desde muy temprana edad, sin que aparentemente se realice un claro proceso de enseñanza intencionada por parte de algún adulto, ofrece la impresión de que aprenden ellos solos, pareciendo ser la manifestación innata de tal cualidad propia de la especie. Sin embargo, este aspecto, de aparente exclusividad genética, no parece estar lo suficientemente claro como para no plantear preguntas sobre su propia existencia y forma de manifestación. Tales preguntas han motivado que, en diferentes épocas y lugares, hayan surgido dudas sobre cuál pudo ser la primera lengua en usarse, o cuál sería la lengua que hablarían los niños que nunca hubiesen oído hablar a ningún otro ser humano. No es extraño que tengamos diversos documentos escritos que reflejen estas inquietudes sobre el tipo de lenguaje que se manifestaría primero en los recién nacidos, por más que en la actualidad sea una cuestión de fácil respuesta, pues todo niño habla el lenguaje que escucha desde su nacimiento.

Herodoto
Ya Herodoto comentaba cómo en el siglo VII a. C. el faraón egipcio Psamético se interesó en conocer cuál sería el lenguaje que tendrían los niños al nacer. Para saberlo, mandó aislar dos recién nacidos hasta que se pudieran oír sus primeras palabras. Los primeros sonidos articulados, según cuentan los escribas del faraón, fueron realizados en la lengua frigia que entonces se hablaba en Anatolia, concluyendo ingenuamente que esta lengua debería ser la primera que se hablara en la Tierra. Parece ser que no relacionaron este hecho con el lenguaje del cuidador de los niños, pues era casualmente esa misma. No cabe duda que se rompió el compromiso de no hablarles hasta que estos comenzaran a hablar, siendo el causante de la alteración de la experiencia.

Otro ejemplo se registra en el siglo XIII, cuando el Emperador de Alemania Federico II se interesó por el mismo asunto. Intentó conocer cuál sería la lengua natural de los recién nacidos. Para ello ordenó que un grupo de niños abandonados en un hospicio fuera entregado a unos cuidadores que, aleccionados expresamente, nunca podrían hablarles, ni hacer ningún ruido y gesto expresivo o afectuoso. No se pudo conocer cuál sería la lengua primordial, pues todos los niños del experimento murieron antes de pronunciar sus primeras palabras, a pesar de los esmerados cuidados que debieron de recibir.

El necesario desarrollo de la ciencia en general

René Descartes
Estos caprichosos, inútiles y crueles experimentos sólo pueden explicarse bajo los conceptos creacionistas de las formas religiosas y culturales del momento, predominantes hasta que se pudo establecer otros caminos de enfocar su estudio. Hubo que esperar a que la sociedad y su cultura, tomando un rumbo más racionalista, admitiera otras posibilidades sobre la creación humana y, desde luego, de su lenguaje. Sabemos que desde siempre el ser humano ha buscado soluciones a sus diversos problemas existenciales, basándose en el conocimiento que sobre la naturaleza pudiera tener y de las cualidades de su raciocinio. Uno de los primeros y más conocido intento de conocerse gracias a su capacidad de introspección, correspondió a la corriente filosófica denominada Racionalismo. Su iniciador y mejor exponente, René Descartes (1596-1650), estableció los fundamentos de la escuela filosófica que lleva su nombre. Donde su célebre primer principio, Cogito, ergo sum (pienso, luego existo), es fiel reflejo de su forma de intentar alcanzar la comprensión de la naturaleza humana. La posición filosófica contrapuesta corresponde al Empirismo, la cual defiende que la única fuente de conocimiento es la experiencia, pues sólo el conocimiento alcanzado por los sentidos nos pone en contacto con la realidad.

Charles Darwin
En el campo de la Biología, con la divulgación de las ideas sobre la evolución por Charles Darwin (1809-1882), se abrió la posibilidad de que el desarrollo humano, en todas sus facetas, no fuera una consecuencia de la intencionalidad divina, sino el resultado de un proceso evolutivo desarrollado a través del tiempo. Una de las consecuencias, que tal giro cultural supuso en la sociedad, fue la posibilidad de estudiar los caminos y causas que pudieron concurrir en el proceso, tanto en la creación evolutiva de los caracteres anatómicos, como en la aparición y desarrollo de diferentes culturas y lenguajes entre los seres humanos. Realmente, a partir de la publicación de El origen de las especies en 1859, es cuando se han producido notables avances en el desarrollo de todas las ciencias antropológicas, a pesar del trabajo que costaba liberarse totalmente de las ataduras que las corrientes humanísticas y religiosas anteriores habían marcado a todo el desarrollo científico. Con el desarrollo científico de su teoría, la ciencia ya no pudo ser la misma, por lo que siempre habría que tener en cuenta los procesos evolutivos.

....la evolución biológica y la cultural dependen una de la otra. La cultura sólo puede existir sobre una base biológica apropiada y depende enteramente de la naturaleza y las cualidades de tal base. Al mismo tiempo, la cultura extiende sobremanera el poder adaptativo de la naturaleza biológica y constituye la fuente más importante de los cambios ambientales que determinan la evolución biológica humana.
          Francisco J. Ayala, La naturaleza inacabada (1994: 224).

Además, nuestras simples cualidades perceptivas nos engañan sobre la realidad de la naturaleza, siendo preciso profundizar en los conocimientos de los hechos naturales antes de sacar conclusiones definitivas. Como ejemplo, se puede comentar un fenómeno que contribuyó a enderezar el rumbo de la ciencia de manera importante en la segunda mitad del siglo XIX. Se discutía la causa de la misteriosa generación espontánea que se apreciaba en múltiples procesos biológicos. Louis Pasteur (1822-1895), plenamente consciente de la existencia de microorganismos en la naturaleza, emprendió una serie de experimentos diseñados para hacer frente a la cuestión de la procedencia de estos gérmenes. ¿Se generaban de forma espontánea en las propias sustancias, o penetraban en ellas desde el entorno? Pasteur llegó a la conclusión de que la respuesta era siempre la segunda. Sus descubrimientos dieron lugar a un feroz debate con el biólogo francés Félix Pouchet (1800-1872) y, posteriormente, con el reputado bacteriólogo inglés Henry Bastion, que mantenían la posibilidad de generación espontánea en determinados casos y en las condiciones apropiadas. Estos debates dieron un gran impulso a la mejora de las técnicas experimentales en el campo de la microbiología, aunque la polémica duró hasta bien entrada la década de 1870, a pesar de que una comisión de la Academia de Ciencias aceptó oficialmente los resultados de Pasteur en 1864. Lo que con anterioridad se tenía por cierto, de acuerdo con lo que nuestros ojos y razón nos daban a entender, con la mejora de nuestras ideas y la experimentación pertinente se lograba ver las cosas de otra asombrosa forma, nunca jamás sospechada.

Francis Harry Crick
El desarrollo del empirismo y el conocimiento evolutivo de nuestra especie hicieron que la ciencia cambiase radicalmente en sus planteamientos y desarrollo. En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos acerca del funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. Por tanto, la Filosofía ha sido en gran parte estéril durante más de 2000 años, y probablemente seguirá siéndolo hasta que los filósofos aprendan a entender el lenguaje del proceso de la información (Crick, 1987: 220-228).

El lenguaje en la ciencia moderna

Volviendo al tema del lenguaje, que no puede ser independiente del camino que la ciencia en general toma en cada momento histórico, siempre se ha otorgado al lenguaje humano una gran importancia en su conducta. Esta importancia se aprecia en los numerosos estudios que sobre su origen se desarrollaron durante el siglo XVIII y parte del XIX, pues fueron épocas de acalorados debates sobre estos asuntos. Su complejidad y la aparente imposibilidad de llegar a un consenso, obligó a tomar decisiones drásticas en algunos foros de discusión. Tenemos el ejemplo de la Société de Linguistique de París, que en 1866 llegó a suspender los debates y prohibir la realización de nuevas publicaciones. No obstante, debido sin duda al gran interés que despertaba la comprensión del lenguaje, no se hizo mucho caso a tales disposiciones, como se vio inmediatamente con la continuación de numerosos trabajos sobre el mismo problema. Realmente, dado el carácter curioso de nuestra especie, es poco práctico e ingenuo impedir trabajar sobre temas que despiertan un gran interés en determinados medios científicos y sociales. 

Durante el siglo XX es cuando la ciencia comienza a observar que, con la falta de unas condiciones sociales con un mínimo de cualidades específicas para su desarrollo, la aparición del lenguaje y su riqueza de expresión estaban muy limitadas. Aunque hasta ese momento no se tuvieran concepciones claras sobre la dependencia del desarrollo lingüístico y psicológico de los niños con las condiciones afectivas y culturales del ambiente en el cual se criaban, fue entonces cuando se comenzó a comprender la naturaleza de tal relación. En el caso de abandono en los antiguos centros de acogida de niños pequeños (donde la privación afectiva o de trato mínimamente adecuado para su desarrollo producía un síndrome llamado genéricamente como Hospitalismo), se propiciaba un deterioro cognitivo a pesar de no existir causa neurológica ni aparentemente psicológica que justificase tal disminución de sus capacidades cognitivas. Se observaba además un elevadísimo índice de mortandad entre la población acogida en tales centros. Salvando todos los inconvenientes del tiempo y la falta de datos, no es difícil establecer un símil entre este ambiente y el propuesto por Federico II en el siglo XIII. Parece que el ambiente en el que viven los niños pequeños tiene una vital importancia para el desarrollo de un lenguaje, de sus facultades mentales, de la estabilidad emocional y, por tanto, de su supervivencia.

Ferdinand de Saussure
A mediados del siglo XX se produce un proceso filosófico denominado como “giro lingüístico”. Se trata de un cambio metodológico y sustancial que afirma que el trabajo conceptual de la filosofía no puede lograrse sin un análisis previo del lenguaje. Literalmente la expresión significa un giro hacia la filosofía del lenguaje. En los años 1970 las humanidades reconocieron la importancia del lenguaje como agente estructurante. Trabajos de otras tradiciones tuvieron un papel decisivo para el giro lingüístico en las humanidades, en particular el estructuralismo de Ferdinand de Saussure y el movimiento posestructuralista consiguiente. Se llega a la conclusión de que las operaciones de la conciencia humana (autoconciencia) tienen lugar por medios lingüísticos. Esta sería la premisa básica del nuevo paradigma que ha ido desarrollándose a lo largo del siglo pasado, por lo que ignorar el carácter lingüístico de la subjetividad (autoconciencia) sería tan estéril como volver a formas de filosofía anteriores. Sin duda, representa el inicio de la Psicolingüística que estudia el papel del lenguaje en la psicología humana (Función cognitiva del lenguaje).

En los últimos 30 años del siglo XX se ha producido un renovado interés por el lenguaje, como lo demuestra el gran número de publicaciones y de reuniones científicas que con tal fin se han celebrado hasta nuestros días. Diversas son las ciencias que en su metodología académica tratan de su estudio, pues es una cuestión que se discute con datos aportados por la Arqueología, Paleontología, Biología (Neurología, Genética, Anatomía, Evolución, Genética, etc.), Psicología y Sociología, produciéndose un importante avance en todas estas disciplinas. Sin embargo, aunque se inician tímidamente estudios sobre el lenguaje humano con caracteres multidisciplinares, son muy pocos los que entran por primera vez en la relación existente entre el pensamiento, el lenguaje y la conducta. Lo cierto es que la mayoría de estos trabajos se realizan de forma independiente y con pocas conexiones entre ellos, dificultando el avance teórico sobre el conocimiento de la realidad humana, la cual, no lo olvidemos, es el fin principal de todas ellas.

Hay que tener presente que muchos de los avances científicos, de los que se realizan en nuestra sociedad, no están basados en los datos aportados por un preciso descubrimiento realizado en una determinada parcela científica, sino en la síntesis teórica realizada sobre las aportaciones que ofrecen diversas ciencias con fines comunes. La idea de la necesidad de estudios interdisciplinares cada vez toma más fuerza en todos los trabajos relacionados con el ser humano y, por supuesto, en los que tienen que ver con el lenguaje, si es que queremos comprender la realidad de su origen y desarrollo. Parece ser que este es el camino que se sigue en la actualidad, sobre todo en lo referente a la psicolingüística, como lo atestiguan recientes trabajos sobre su origen (Tomasello, 2013; Benítez Burraco y Barceló-Coblijn, 2015)

Conclusiones

En este blog (Psicobiología del género Homo) siempre se ha dado especial interés al lenguaje en el desarrollo de su conducta, como puede leerse en entradas anteriores (Lenguaje humano; la universalidad del lenguaje humano¿innata o adquirida?; pensamiento, lenguaje y conducta; decisiones por unasegunda lengua parecen ser más racionales; función cognitiva del lenguaje). Siempre se ha tratado el tema dentro de por preceptos interdisciplinares, intentando con ello disminuir la subjetividad que el desarrollo de tales temas siempre lleva consigo. Si se ha logrado o no, al menos en parte, lo dejo en manos de los lectores.

- Ayala, F. J. (1994): La naturaleza inacabada. Salvat. Barcelona.
- Benítez Burraco, A. y Barceló-Coblijn, Ll. (2015): El origen del lenguaje Síntesis. Madrid.
- Tomasello, M. (2013): Los orígenes de la comunicación humana. Katz. Madrid.